El Señor De Los Anillos: La Guerra Del Norte
El mundo de El Señor de los Anillos no tiene pinta de detenerse y aunque el efecto de las películas ya se ha relajado y parece que no hay un bombardeo de nuevos videojuegos basados en este mundo de fantasía tan intenso como hace unos pocos años, siguen llegándonos títulos dispuestos a aprovechar el tirón. En esta ocasión le toca a El Señor de los Anillos: La Guerra del Norte.
Desde el propio nombre ya se nos pone en la pista de que estamos ante un juego con más acción y una orientación bélica, pero sin olvidarse de elementos de aventura. De hecho, aunque quizás uno de los puntos más destacados reside en realidad en la acción cooperativa, esos elementos de construcción del personaje propios del rol son también parte importante de esta propuesta que nos cuenta una historia paralela a la de los hechos principales que se narran en los libros y películas de la saga creada por Tolkien.
La ventaja de ofrecer una historia paralela es que hay menos condicionantes en qué ofrecer y cómo plasmar la historia en pantalla, aunque algunos usuarios quizás echen en falta el carisma de los protagonistas de los libros. En el lado positivo, debemos insistir en la mayor libertad para componer una trama mucho menos condicionada, pero no por eso contraria al espíritu general de la saga. También es posible que el tono algo más sangriento y belicoso del juego no hubiera sido posible al contar con esos personajes populares. Y es que las luchas, insistimos, son fundamentales y en muchas ocasiones resultan brutales, sin llegar nunca a niveles elevados de casquería en pantalla; es una simple cuestión de que hay una línea estética más cruda.
Sin embargo, la sensación general de los combates es un poco pobre, con una experiencia de juego sosa pero segura. Realmente es un juego en el que cualquier usuario con un mínimo de experiencia en este terreno domina todas sus claves en un par de minutos. Esto es muy bueno si luego el juego resulta intenso y porque se ha pensado mucho en cómo hacer el juego accesible; aquí lo que sucede es que es una fórmula quizás demasiado estandarizada y carente de personalidad en su jugabilidad.
El efecto directo que tiene esto es que, más allá de combatir en el mundo de la saga creada por Tolkien, el juego no puede ofrecer una experiencia intensa o francamente interesante, porque se sitúa en un campo de comodidad demasiado amplio, carente de riesgos en su diseño conceptual. Es una apuesta que ha ido a lo seguro en todo su espectro y eso hace que todo en él sea neutro. Esto no significa que sea malo, porque se nutre de referentes de contratada calidad, pero no llega a generar en el usuario la sensación de estar jugando a un juego nuevo, sino la de estar ante uno de esos juegos hechos con molde. En cierto sentido, es como volver a ver uno de esos plataformas de acción que se hacían como en cadena de montaje en los 16 bits para la adaptación cinematográfica de turno. Como muchos juegos de entonces, no eran malos títulos, simplemente poco o nada inspirados y mucho menos inspiradores.
Desde el propio nombre ya se nos pone en la pista de que estamos ante un juego con más acción y una orientación bélica, pero sin olvidarse de elementos de aventura. De hecho, aunque quizás uno de los puntos más destacados reside en realidad en la acción cooperativa, esos elementos de construcción del personaje propios del rol son también parte importante de esta propuesta que nos cuenta una historia paralela a la de los hechos principales que se narran en los libros y películas de la saga creada por Tolkien.
La ventaja de ofrecer una historia paralela es que hay menos condicionantes en qué ofrecer y cómo plasmar la historia en pantalla, aunque algunos usuarios quizás echen en falta el carisma de los protagonistas de los libros. En el lado positivo, debemos insistir en la mayor libertad para componer una trama mucho menos condicionada, pero no por eso contraria al espíritu general de la saga. También es posible que el tono algo más sangriento y belicoso del juego no hubiera sido posible al contar con esos personajes populares. Y es que las luchas, insistimos, son fundamentales y en muchas ocasiones resultan brutales, sin llegar nunca a niveles elevados de casquería en pantalla; es una simple cuestión de que hay una línea estética más cruda.
Sin embargo, la sensación general de los combates es un poco pobre, con una experiencia de juego sosa pero segura. Realmente es un juego en el que cualquier usuario con un mínimo de experiencia en este terreno domina todas sus claves en un par de minutos. Esto es muy bueno si luego el juego resulta intenso y porque se ha pensado mucho en cómo hacer el juego accesible; aquí lo que sucede es que es una fórmula quizás demasiado estandarizada y carente de personalidad en su jugabilidad.
El efecto directo que tiene esto es que, más allá de combatir en el mundo de la saga creada por Tolkien, el juego no puede ofrecer una experiencia intensa o francamente interesante, porque se sitúa en un campo de comodidad demasiado amplio, carente de riesgos en su diseño conceptual. Es una apuesta que ha ido a lo seguro en todo su espectro y eso hace que todo en él sea neutro. Esto no significa que sea malo, porque se nutre de referentes de contratada calidad, pero no llega a generar en el usuario la sensación de estar jugando a un juego nuevo, sino la de estar ante uno de esos juegos hechos con molde. En cierto sentido, es como volver a ver uno de esos plataformas de acción que se hacían como en cadena de montaje en los 16 bits para la adaptación cinematográfica de turno. Como muchos juegos de entonces, no eran malos títulos, simplemente poco o nada inspirados y mucho menos inspiradores.